
La resurrección espiritual es morir y resucitar con Jesucristo en su muerte y resurrección de entre los muertos, dejando el pecado.
En el bautismo morimos con él a nuestra vida de pecado, y resucitamos nuevos con él por su resurrección de la muerte; de hecho en cada sacramento recibimos la gracia de esta plenitud que es tener en nuestra alma la posesión de la vida eterna, como en la santa eucaristía Jesús nos promete que quien coma de su cuerpo y beba de su sangre tendrá en él vida eterna, y eso supone antes a morir a si mismo al pecado para entrar en su gracia y recibir esta resurrección aunque muramos, porque nuestro espíritu tendrá vida por su Vida y en el día del juicio final, (declarado como un dogma por la Iglesia católica) recibiremos todos la resurrección de nuestros cuerpos, unos para el gozo y la paz en el cielo, y otros para la desgracia de una vida de tormentos eterna, el cielo o el infierno es nuestro destino definitivo.
La resurrección es un hecho sobrenatural, quienes niegan que Jesús es el Hijo de Dios, también negarán que no resucito y que esto solo son maneras de decir que él está vivo entre nosotros como un recuerdo y a lo mucho una presencia puramente mental, que está limitada en el tiempo y espacio, que no puede penetrar en la vida personal de cada ser humano y transformar la historia, a estos hay que recordarles, que si Cristo no hubiera resucitado, desperdiciamos el tiempo de nuestra vida, y esta se termina tarde o temprano sin esperanzas en una vida en plenitud y eterna, y que nuestro destino es una miseria, pero no es así, pues si tu confiesas con tu boca y crees por la fe que Dios el Padre Eterno ha resucitado a Jesús el Mesías, serás salvado.
Ser salvado precisamente fue una de las acciones de Dios por misericordia a nosotros, y él es misericordioso porque desea librarnos del pecado y de la muerte que ya venció, y sin embargo para que esta gracia sea aplicada necesaria es nuestra correspondencia a recibir esta gracia que es auxilio y realización de la persona, pues necesario fue el pecado de Adán para recibir tal magnitud de perdón del Salvador de los hombres que es Jesucristo, y que no hay otro nombre por quien nos salvemos, él que vive y reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos, así sea.